La música puede cambiar el mundo porque puede cambiar a las personas.


 

Cuando tocaron los alumnos de nuestro Colegio parroquial, de Coquimbo y de La Serena, su música despertó en nosotros emociones variadas, los sentimientos más cálidos, como dulzura y amor, que se transforman en devoción, solidaridad y fraternidad.

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